EL MOMENTO ANTES DE LA EXPLOSIÓN

La siguiente fotografía la hice este verano en Montmarte:


Puede verse a un hombre paseando tranquilamente entre la sociedad parisina, con cierta expresión ausente y sosegada, con la mirada perdida en un punto que desconocemos.

Es curioso cómo nos dejamos llevar por las apariencias, pero lo cierto es que, cada persona que vemos por la calle, alberga secretos en su corazón: hay quienes guardan tinieblas y bestias negras, y también quienes guardan sueños de profetas, metas ligeras o propósitos de paz.


Alrededor de 15 minutos después de tomar esta imagen subí al metro. Ese mismo hombre se montó en mi mismo vagón y comenzó a chillar, desesperadamente y en un francés poco perfeccionado, que estaba loco, viviendo sin casa y en la calle, que era esquizofrénico y que no tenía dinero para comprarse pastillas e ir al psiquiatra. Rogaba desquiciadamente ayuda, llorando, acercándose a cada pasajero del metro y gesticulando con sus manos que le diésemos dinero. Crucé una mirada con él y vi el terror a través de sus gafas. Pensé, ¿es el hombre que he visto en las llanuras empinadas de Montmartre?


Saqué la cámara. Vi su foto. Le miré: era él.


A partir de ese momento veo nebulosas a través de todo caminante de toda calle que surco.

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