Cuenta hasta Seis

Mister 6 llegaba empapado al bar por la lluvia. Miss T.K esperaba sentada en la barra, fumando y con la mirada perdida en la colección de botellas aglomeradas en la estantería detrás del mostrador.

-Lo siento, llego tarde.


T.K le miró extrañada unos instantes. Segundos más tarde sonrió abiertamente y le dio dos besos, sujetando su copa de Martini en la mano izquierda.


-No esperaba a nadie, pero encantada de conocerle. Puede sentarse a mi lado y hablar de lo que quiera. 

-Ya estás otra vez con tus juegos absurdos. Sabes perfectamente quién soy desde hace cinco años.
-¿Perdone? -dejó la copa en la barra y frunció el ceño- Mire, no le conozco de nada. He venido aquí sola a tomarme una copa y a ahogar mis pensamientos. No me ha sentado bien leer esta tarde ese relato de Edgar Allan Poe y...
-T.K, me está cansando esta broma y ha llegado a su límite. ¿Qué tal te ha ido la negociación con los de la tienda de animales?
-Si quiere tomarle el pelo a alguien búsquese a otra chica. Ésta no quiere perder más el tiempo.

Mr.6 comenzaba a asustarse. Ella siempre había sido rara, excéntrica y peculiar, pero nunca había llevado una broma tan absurda a un extremo tan lejano. Comenzó a pensar que quizás se estaba volviendo neurótica de verdad. Se asustó y la agarró del hombro, la giró sobre sí misma y alzó la voz.


-T.K, me estás asustando. ¿Quieres frenar esta estupidez?

-Suéltame o llamo a la policía.

Puso su mítica mirada peligrosa y le dio la espalda. Seis se sentó a su lado y comenzó a hablar.


-Me estoy asustando. De verdad empiezo a creer que te estás volviendo loca. Veamos... -sacó un cigarro, lo encendió y empezó a fumar- Soy Seis, ese al que conociste en la terapia de "adictos al sexo anónimos", ¿recuerdas? Esa sala estaba atestada de neuróticos y salidos, pero de repente llegaste tú, hablando de cómo te gustaba tirarte a un montón de gente porque así te sentías cerca de la humanidad; decías que no entendías nada ni a nadie y que si te follabas a la gente creías estar cerca de lo que no podías comprender. Y eso a veces te hacía sentir vacía. Cuando fue mi turno y hablé de mi vicio con las prostitutas, tú levantaste la mano y dijiste, "No me esperaba tal machismo y tal desesperación por parte de un chico tan atractivo y elegante como tú". Esa noche fuimos al cine y desde entonces no volvimos a la terapia porque nos habíamos curado, porque... -agarró el martini de su novia y dio un trago largo- porque me había enamorado de ti, y tú de mí. Y desde entonces hasta ahora. ¡Dios, T.K! No te entiendo, de veras que no entiendo nada de lo que haces. Nunca sé seguir tus putas y extrañas maniobras.

-Ya lo sé -comenzó a reír estrepitosamente- Dios, Seis, es que ayer te quedaste dormido y me quedé despierta viendo un programa de adivinos patético y me sentí muy sola. Tú nunca me dices lo que significo para ti, eres increíblemente frío. Pensé que, tal vez, si hacía como que había perdido la memoria, tú tratarías de describir nuestra historia para que recordase y que, a través de esa descripción, yo podría deducir qué sentías por mí y cómo me veías en tu vida.
-¿Y qué has deducido?
-Los de la tienda de animales se han puesto súper gilipollas y no nos venden el mono ni de coña y...
-Contéstame.
-Sabes que no sé explicar las cosas fuertes con palabras, me conoces, cuando algo me supera soy incapaz de expresarme. Por eso he cambiado de tema.




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