LOS MUNDOS VACÍOS






No era lunes, era simplemente otro día más sin nombre.

Los peces naranjas buceaban en la pecera de su salón;
era la quinta vez en dos meses que compraba peces
y los ponía como decoración.

Estaba completamente loca,
nada subyacía ni había nada más que mostrar
a parte de eso: su estado de delirio constante,
su aburrida enfermedad,
sus pensamientos de hilo sociópata
-los últimos tres años
  había estado con un calendario del 2006-.

El teléfono sonaba,
pero ella no se molestaba en contestar.

Una revista del Nacional Geographic yacía abierta en la mesa de la cocina:
en sus páginas, osos polares sin consciencia personal de su belleza blanca
movían su corpulento pelaje por una estepa de nieve
mirando a la cámara como si ésta fuese un alien.

Mientras tanto no conseguía coincidir la mirada con aquellos peces,
no conseguía contestar al teléfono

y los osos bailaban congelados en el papel.

También una tribu africana mostraba a todos sus personajes en la exclusiva
“África y sus colores”;
una de las mujeres tenía todo el cuerpo surcado por trazos azules de pintura
y collares de semillas.

En los ojos de las familias de la revista de decoración que estaba sobre su cama
podía verse un escenario sin guión sustancial,
una farsa paralizada,
el pelo rubio como trofeo social que alzar por todo lo alto.

Agarra la pecera,
se pasea por la casa con el agua zarandeándose por los bordes,
la sangre que cae a borbotones por su nariz se entremezcla con todos los componentes
del hábitat artificial de los peces.

Se mira a los ojos en el espejo: son dos piedras oscuras,
su tronco una constelación de costillas,
su sonrisa irreal como la de todo delfín,
su mirada perpetua e intranquila.

Ve a los peces moverse desubicados por el micro-Atlantis que ella misma ha creado;
les ha puesto incluso nombres

                       -tú,
                        yo,
                     losotros-

el teléfono vuelve a sonar,
vuelve a gotear la sangre de su nariz,
vuelve a tirar los peces nuevos por el váter: mañana volverá a la misma tienda 
a comprar otros de diferente especie
y la dependienta verificará en su mente la teoría
de que está perdidamente loca.


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