MARCAS

 



Se remangó y enseñó su brazo delgado: ahí había ríos.

El agua desembocaba escasamente en un lago verde
donde una zodiac medio desinflada estaba atada a un árbol en la orilla.

Una niña descalza trepaba el árbol
y una sombra oscura acechaba desde la profundidad del agua.

Por el brazo también había venas moradas
que dibujan un camino de raíces que derivaba en el árbol de su mano.

Se quitó la camiseta y enseñó su espalda: ahí había heridas.

Volátilmente se dejó caer sobre la cama:
los lunares perpetuaban una constelación
y la brecha más reciente
conformaba una cascada de sangre que corría lentamente
haciendo surcos por toda su superficie.

Conté las heridas
y vi una guerra: botellas rotas,
un libro de matemáticas,
un tren a ninguna parte,
un año perdido.

Lloró: ahí había un niño
que no entendía su edad
que tan repentinamente había estacionado en su cuerpo.

Qué ingrato permanecía ante la vida,
qué seriedad invadía sus días: ni televisión,
ni gloria,
ni más vacaciones.

Ya creía tenerlo todo
pero no le quedaban sueños.

Comenzó a hablar: ahí ya no había nada;

sólo palabras vacías,
una historia sin fundamento,
un presente aburrido,
un pasado que le había hecho perder toda la pasión que sentía por la vida
para convertirle en una isla desierta.






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