CENTRO PSICOLÓGICO, Jueves 27 de Noviembre, Barcelona.
-¿Querría
explicarme, señora, qué le altera tan exageradamente? Seguro que no es para
tanto; seguro que, sea lo que sea lo que le pase, no es tan alarmante como
usted lo pinta.
-Verá:
el otro día, paseando por la calle vacía, varios pájaros iban viajando en
distancias cortas de árbol en árbol: parecían asustados y traté de descifrar el
origen de su estado. El aire pareció congelarse y un rugido extraño viajaba desde la
calle perpendicular oculto tras una casa; el sonido, también, insinuaba venir
del cielo. Los perros ladraban y mi jaqueca aumentaba. Un destello rojo en el
cielo desfiló velozmente, como una cuchilla dibujando una herida… “No es nada”,
quise creer, “una estrella o cualquier otra cosa”, pero entonces creí
comprenderlo todo: el ladrido nervioso de los perros, el revuelo alterado de
los pájaros, aquel sonido: algo iba a estallar, el fin del mundo o algo peor…
lo llegué a creer tan firmemente que comencé a sudar como un atleta en la recta
final. Asustada, me escondí. En cuanto quise darme cuenta, el camión de la
basura apareció al principio de la calle con su sirena roja en la cima de una
antena y el rugido espeso de su motor. ¿A caso algo le parece más alarmante que
el conocimiento certero de la locura de uno mismo?
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