si alguna vez fuimos aves



Alguien voló sobre el nido.

Cuando los cuervos habían emigrado hacia la ciudad más oscura
donde coches negros salían en patrulla del cementerio
y viudas hechas un cuadro lloraban encorvadas, con la fe puesta en un rosario
que envolvían con sus manos añiles; las gaviotas del cabo
ya no volverían
ni los loros volverían a hablar: en tal momento
alguien voló sobre el nido del cuco
y no volvió jamás de aquel asilo.

Manchó una inocencia en el trayecto,
la aparcó en el parque de las estatuas y los estanques de peces naranjas; alguien
voló para siempre, para no volver
jamás, para aterrizar en el mismo sitio
una y otra
vez, para darse cuenta de golpe de que no puede rehacerse un camino
que ya se siguió una vez.

Cuando el tsunami ya lo había destrozado todo
entonces pretendimos comenzar de nuevo. Pero ya habían volado
sobre el nido y lo habían destrozado. Pero ya habían vivido
aquella historia una vez, y el libro se había acabado.

Alguien voló sobre nosotros,
nos deshizo,
destrozó nuestras proyecciones
y se marchó para siempre; alguien nadó
bajo el mar de los cuervos, donde rosarios arrojados al mar en un pasado
descansaban, oxidados, entre las algas y las ramas que una vez
compusieron nuestro nido: alguien voló
y se ahogó una promesa en la eternidad.

¿Y si ese alguien fuimos sólo nosotros?

Que si algún día fuimos aves

era todo mentira.



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