EL TRÍPTICO DE BLUE









PARTE I: la elipse


















Es fácil dibujar la elipse, está
ahí, al alcance de tu
mano, de tu
casa, de todo,
de todo simplemente: nada, nada existe mejor
ni más satisfactorio que
eso: poder dibujar, con facilidad cristalina,
cada esquema de la vida.

Y surcarlo,
y sentirlo nuestro, todo aquello preestipulado
que ni siquiera es entendible al ojo humano está escrito
en realidad en cada mente, pues una mente previa puso ahí
tal complicidad: quizás un rey,
quizás nuestra egoísta y depredadora
genética: Madre Naturaleza, si tú supieses
que no te conocen, que nunca te han
querido más que unos pocos.

Los ángeles de cada elemento natural
van a estallar poco a poco en este turbulento viaje, luz pálida
que ni siquiera es visible. Va a
estallar, se puede ver a lo lejos su propio futuro
fruto de tan humana avaricia,
cayendo sin voluntad propia,
rodando por una colina empinada hecha de una hierba invisible
(no verde) ya que,
nada puramente natural
queda vivo en este presente postapocalíptico que, me temo
aún
está por llegar: por balancearse.

Sangra el recuerdo del pasado al no ser éste
en su esencia puro, ya que miseria hubo
siempre, siempre ha sabido cómo estallar
el ser humano, cómo dividir en clases personas,
cómo clasificar lo que no es clasificable, pues es entre sí
lo mismo, y no puede diferenciarse de su igual
lo esencialmente único.
Pero no fuimos como debimos.
Hemos sabido crear, imaginar, soñar pero
destruir a su vez, desviar ríos,
y más que todo lo que hemos llenado de belleza
hemos sabido llenar el mundo de dolor y bombas de poder
que explotaban gritándole a la vida que se
fuese.

¿Ahora qué queda?
Un presente aún visible, aún
optimista pero, ¿cuándo caduque?
¿qué quedará cuando el rojo ocaso de las horas sobre el mar humano
se agote y se desvanezca en el egoísmo?
El anhelado edén, se sabe que no
llegará.

Sabrá el mundo morir, quizás dentro de demasiados
siglos, pero caerá
inevitablemente. ¿Cómo nos recordarán ellos?
con qué tipo de vergüenza andamos por este mundo
como si dueños fuésemos de todo aquello
que no nos pertenece.

Hemos querido quemar la hoguera con su fuego,
hemos incrementado el odio con pasión hacia el poder;
pero aún no es el desastre,
al gran desastre ahora le abrimos la gran puerta.

Pero podría ser peor: podríamos ser aún más como nosotros.


























PARTE II: Lohengrin Overüre















Los disfraces de hada colgados en el armario
iluminaban de purpurina la oscuridad; ahí te encerraron
durante todas las navidades, tirando de cada una
de tus extremidades, mirándote bajo lupa, la lánguida niña
de nieve tenía en las muñecas
cinco espigas ensangrentadas.

Los padres de los alumnos, esos hombres de bigotes anaranjados
y gafas de culo de botella, esperaban a que salieras a la noche,
a que nevases bajo los focos,
a que mostrases la rosa inocente del mundo.

Pero te habían encerrado en la luna llena,
en los pistilos de las brujas,
en la oscuridad navideña.

Te besaban, te querían,
te llevaban esperando toda la vida.

La música comenzó a sonar y no saliste.
La luna de metal del decorado para Lohengrin cayó de golpe
Y finalizó la overtura sin ni siquiera haber empezado.

Todos los príncipes abrieron las puertas
y amaneciste un reino. Miraste a tu alrededor
y oíste aplausos desenfrenados por las gradas.
Pero saliste y no había nadie, el mundo estaba vacío.

Miraste al rey amador a sus ojos de bestia,
te soltaste de su mano,
preguntaste por los invitados,
por tus padres,
por los reyes magos; y edulcorados tus ojos
de miedo inocente
declaraste antes de evaporarte
que aquello no venía en el guión de la obra.
























PARTE III: callejón sin salida



 














Nos movemos.

Me encuentro buscando las cosas que perdí hace tiempo,
que abandoné quizás por el pleno placer de volver a encontrarlas. 
Me encuentro a mí misma en el rincón de objetos perdidos,
de años tirados,
de las cosas que no creí necesitar y de repente encontramos. 
Vuelvo al páramo de los infinitos recuerdos que nunca vivimos
por el mero hecho de imposibles creerlos; pero nacen aquí,
y se quedan, con su digno orgullo de ser todo aquello
jamás regalado.
Vuelvo a tirar días vacíos a la caja de reciclado,
vuelvo a creer que es mejor no buscar todo aquello que fue borrado del mundo
por un dios que creó el desastre sin haberse esforzado.
Me veo a mí misma sacando barro,
construyendo mi sepultura para cuando pasen los años
y nada más triste que el fantasma del espejo que me mira en el cuarto de baño.
Me encuentro entre escombros de mi propia casa
con formas de muebles y torcidos lagartos.
Me encuentro cansada en la cama nada más haber despertado.
Me da miedo hallarme cuando el tiempo pase
con el incontrolable deseo de volver al pasado
mientras tiro estos días que entonces serán los más anhelados.

Y rehuyo las sombras,
abrazo los días
pero pesan las horas.
Y el tiempo destruye el espacio en las vías
y ninguna guerra una vez comenzada termina
y mi show no ha empezado. 
Me veo mirando,
me miro observando,
me recreo buscando.
Me hallo entorpecida por la incómoda curiosidad de volver a buscar la respuesta del hoy
en los fallos pasados.
Encuentro al final de la calle el escenario de aquel domingo de caos rutinario;
encuentro esas mañanas de sol encerrada en la alcoba
y maldigo los días que aún siguen pasando; y contemplo el salón,
la sala de espera,
la paz del jardín y el hielo que aún yace en la alcoba.
Y vuelvo a buscarme,
vuelvo a encontrarme,
vuelvo a encerrarnos.
Vuelvo a creer que uno tiene siempre lo que se merece,
vuelvo a creer en el Karma como la diosa de seda
que besa lascivamente las sombras y dirige rumbos de naufragios. 


Y miro los espejos y el reflejo que me devuelven,
indago en sus ojos,
me saludan los años. 
Busco el episteme,
se queda la doxa,
duermen las leyes
para quedarse de nuevo el miedo a encontrarme,
el miedo encontrarnos,
y contemplar en tal punto la verdad terrible
de que en realidad nada nos regalaron los años.





















teresa.

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