sin prisa







No tengo prisa por este mundo, por desmontar sus piezas imposibles, por acariciar sus telas. No tengo prisa por contemplar todos los colores índigos, eléctricos y fluorescentes, ni tengo prisa por ver todos los paisajes verdes, ni de minas. No tengo prisa por sentir todas las agonías, ni la palidez de la muerte ni su soga helada, ni tengo prisa por amar como nunca aunque el nunca se halle cerca; no tengo prisa por surcar el Índico, ni por besarte en cada escalera, ni por coger ese tren, bucear ese lago, ganar esa carrera. Sé que hay selvas de luces inimaginables más allá de las soledades del tabaco en bancos de parques y laderas más allá de nuestros muelles, libros más allá de nuestras señas. Pero no tengo prisa. Hoy no. Hoy ni si quiera tengo prisa por el hoy. Ahora sé que hay un aroma cargado de futuro que ha vuelto a impulsar mi sangre; hoy sé que sólo duelen el dolor y el pasado y que sólo tenemos futuro; por eso mantengo conmigo tal pensamiento y lo dejo levitando sobre mí mientras bajo esta avenida sin dueño y me limito a la calma por la paz, la paz por la brisa. Miro a ese hombre de esas gafas inmensas, la mujer del perro afgano y el vestido verde, la música de los trenes mientras me fumo un cigarro. Y agarro sin prisa este instante, congelo el deseo, escapo y vuelvo. Yo soy yo sin mi futuro, sin mi pasado, con mi presente. Hoy la luz de la calle es el preludio de lo que está por venir, por derretirse con mi piel, por mojarse de delicia. No tengo prisa por volver a querer, volver a apostar, volver a perder. Puedo esperar a que el cielo decida el próximo pecado caído la la ciudad de las rojas tinieblas encendidas. Hoy me basta una cerveza, mirar los pájaros irse lejos, esperar el largo siglo de invierno antes del verano. Vivo el ahora, y no tengo prisa por dejar morir esta tarde de blanca aura aunque sé, que en no muy poco, 
me hallaré en otro lugar, 
en otro futuro, 
olvidando este mensaje, 
enterrando este presente.






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