DOMINGOS COMO ESTRELLAS Y ESTRELLAS COMO NIÑOS



Quizás las películas de Disney sean machistas pero jamás van a dejarme de gustar. Siempre habrá algo de Esmeralda en mí.

Aunque haya pasado el tiempo y ya no me baste con volar en los columpios; aunque las cosas se hayan ido complicando sin que haya podido controlarlo, en realidad, todo se resume en que me basta sentarme a mirar las estrellas. Ahí se concentra todo el poder del Universo, en minúsculos puntos sobre un manto negro,  aunque realmente son moles más gigantes que el Sol. Pero parecen tan insignificantes esparcidas en la noche... Y todo es así: magnificamos las cosas que realmente se reducen como ecuaciones de dos incógnitas, igual que lo más importante nos parece absurdo tantas veces.

Yo quería tener una tarde más para darme cuenta de todo esto. Yo querría haberme sentado a contemplar cómo todo se deshace en un polvo invisible. Yo vería Peter Pan una y otra vez simplemente porque es la mejor del mundo. Yo vería Cenicienta otra vez por muy cursi que fuera; y la Sirenita. No me importa parecer cursi. No me importa parecer nada. Sólo sé que quiero volver a las cosas de cuando era pequeña y aún no entendía el mundo y me conformaba con dibujos animados. Es más fácil que levantarse cada domingo y decidir cómo actuar el resto de la semana ante tanta gente.

Aunque yo no decido nada. Salgo a la calle sin planes, pero sabiendo lo que quiero. Y simplemente hoy me he acordado de aquella inconclusa historia que jamás llegó a llenar mis bolsillos de canicas brillantes, de aquella gran pregunta sin respuesta, de Esmeralda, y de las estrellas, y una cosa lleva a la otra, y me he sentado aquí, a pensar, como si fuera domingo y...







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