bajar al cielo

No creo que exista el cielo de los muertos ahí arriba, entre los dioses. No creo que al morir nuestro alma suba estelarmente hacia un lugar lleno de nubes, Santos y Pegasos. Sin embargo, sí que creo en el concepto subyacente, es decir, creo que todos al morir se quedan en la mente de los que les quisieron, y eso es el cielo, creo que no merece un nombre menor. El cielo es algo tan inmenso como el concepto de la gente que se va para quedarse viviendo en los cuerpos de los otros: cielo y difuntos se merecen mutuamente, así los difuntos vuelven a estar vivos en el corazón de quienes le echan de menos. Por eso, el conjunto de todas las mentes del mundo recordando a quienes ya se fueron es a lo que yo llamo cielo. Y existe, está en todas partes. Perpetuamos las almas que nacieron para ser eternas, pero fueron mortales. Es tan triste y tan bonito a la vez, que estremece pensarlo, e incluso, llevándolo más lejos, saber que un día estaremos ahí. Pero no me da miedo, porque no se me ocurre lugar más perfecto para la existencia que el corazón humano de quien te hace eterno cuando ya no estás. Por eso lo digo de los que ya no están: se han ido al cielo, a ese lugar de las mentes humanas lleno de recuerdo, vida, tristeza y belleza donde nunca dejan de latir las vidas cuyo corazón dejó de latir para siempre. 

El cielo está en la tierra.








No te olvidaré nunca.



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