UN MATRIMONIO




La segadora atraviesa el jardín delantero. Ella fuma un cigarrillo, da igual la marca. Comienza a oler a clorofila. Un librillo de sudokus abierto sobre la mesa anuncia el fin de la sencillez: una semana en busca del número nueve. Él huele a la menta de otra mujer, perfume de mentiras. Sexo. Ya no existe el amor en su cama de dos que ahora es de tres. La segadora corta las flores de cuajo. Amapolas sin cabeza. Hoy lloverá cuando caiga la noche, pero la lluvia no frenará el incendio.
Cuando caiga la noche
un mundo nuevo de reinas sin coronas, justo a las nueve; nueve reinas
en el televisor, su película favorita. Buenos Aires, su luna de miel, los 90
quedaron atrás. El jardinero no oye su llanto ahogado por el ruido de la máquina.
Pero ella implora ayuda a un dios que no existe. Suena un clic en su cabeza. El interruptor de los equilibristas que caen.
Cae la noche. Consigue acabar el sudoku, sólo rellenando números al azar. Él llega a casa.

-Veo que has segado el jardín. ¿Qué echan en la tele?
-Nueve Reinas.
-¿A qué huele?
-A gasolina. He rociado la casa.

Enciende una cerilla.




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