salir corriendo




Fue un día andando por la calle cuando descubrió que no estaba hecha de las misma masa de la que están hechos los transeúntes de ciudad. Encontró su reflejo difuso, como un retrato de Francis Bacon, en el escaparate de un H&M; detrás se divisaban los nuevos conjuntos de primavera, prometiendo ser tendencia, colocados sobre un maniquí blanco, ocultando su procedencia de Indonesia, donde una niña con ampollas en las manos había tejido prendas hasta el amanecer.

Luego bajó al metro, y fueron los sonidos de las teclas veloces pulsadas por pulgares ajenos; dobles clicks sobre fotografías de instagram, retweets, vacío.

Luego fue el supermercado y sus animales descuartizados envasados al vacío, con música de Kiss F.M saliendo por la megafonía de los techos. También las oreo colocadas en fila como una falsa promesa de delicia, las bolsas de patatas de colores chillones aglomeradas en estanterías.

Luego fueron los youtubers y sus vídeos contando su vida como si la vivieran para luego relatarla; vídeos de "50 cosas sobre mí" con millones de visitas, cyberbullyng, gameplays. Luego retiraba la mirada de la pantalla del ordenador para divisar en su estantería cincuenta libros que aún no había leído por perder el tiempo viendo vlogs que no llevaban a nada.

También fueron las conversaciones de cotilleos, la gran importancia que las personas le daban a la moda, el horror que ágilmente esconde el Burger King, la admiración a los jugadores de fútbol y no a los médicos sin fronteras, poner la radio y escuchar música de lata.

Así que salió corriendo, sólo por un día. Corrió lejos de la moda, los escaparates, los supermercados, los grandes hits, los vídeos vacíos, las autoestimas que se llenan con likes; corrió huyendo del gobierno, de los famosos, de los gritos por el fútbol, de los anuncios de maquillaje.

Corrió, corrió, corrió. Y desapareció. Y nadie preguntó por ella
porque todos estaban entretenidos 
con todo aquello de lo que ella huía.


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