Nuestros ancestros sentían la necesidad de bailar alrededor del fuego para expresarse y celebrar acontecimientos; creaban tumbas para sus fallecidos, pintaban en cuevas cazas y eventos. Todo eso ha ido evolucionando. Pero es curioso, ¿no? Cómo siempre hemos tenido la necesidad de expresarnos para liberarnos, de crear para hacer sentir o para liberar de nuestra cárcel del corazón aves para convertir nuestro corazón, así, en una selva libre.
Sentimos por ser seres humanos. Y necesitamos expresarlo por el hecho de convertir sentimientos en piezas visibles, ideas en figuras, imaginación en realidad..
Cuadros ecuestres, bustos de emperadores, acuarelas, retratos, piezas de música. Incluso hacer el amor.
Nuestra manera de contarle al mundo qué nos inunda ha cambiado junto a lo que ha inundado los siglos.
En todo esto pensaba caminando por el Palacio Piti, en Florencia, mientras observaba fotografías de Karl Lagerfel puestas en sublime contraste junto con cuadros que, en su día, pertenecieron a los Medici.
Hemos evolucionado y el arte, como un camaleón inmortal, lo ha hecho junto a nosotros. ¿Quién sabe? Quizá mañana, ante fotos de Karl Lagerfeld, como una reliquia antigua, se exponga el arte del siglo XXIII.
No podremos verlo. Seremos polvo, quizá olvido, o datos en la historia. Pero me quedo con la hermosa idea de que quizá mañana la fotografía, o incluso los móviles, sean una idea de antigüedad.
O dejo las fotografías que tomé con el móvil de la exposición.
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