CARTA DE AMOR


Han pasado demasiados años y sigo sintiéndolo. Esa magia, esa pureza, esa llamada. Esa incertidumbre de no saber si seguirías mañana, pero seguir sintiéndote en cada latido. Cigarros en ventanas, miradas en calles, darnos de la mano e ir hacia ningún lugar para acabar en todas partes. Y sentir... dios, sentir en este mundo marchito lleno de bombas de humo y nubes de polvo; sentir entre las calles machacadas por el odio hablando del odio mismo; amar también en otras esquinas del mundo donde todo se viste de amor y de belleza escondida mientras tras ventanas nos miraba el futuro fin. Olvido.
No vas a volver y sólo quiero saltar al vacío.
Como aquella gran canción de Extremoduro que aún me estremece como un llanto: Ha sido sólo un momentito de bajada, que aquí no pasa nada...
Pero, joder, qué bajada.  A los infiernos. A tu recuerdo insoportable. Al desgarro de lo que pudo ser eterno y acabó siendo un suspiro.
Las primeras veces que como puños agujerean corazones por mucho que abran nuevos mundos; así yo también, a veces, abro mi recuerdo para nombrarte entre palabras malditas y lágrimas parecidas a las de los niños que ya no creen en la magia.
He dejado de buscarte pero a veces te abres como una brújula en la palma de mi mano y me guías a tus ojos de océano como un mapa prohibido.
Nadie te querrá como lo hice. No fui perfecta. Tú menos. Sé que lo que yo sentí fue mucho mayor -inabarcable; tanto que aún dura, aunque sólo una décima parte- que lo que latía en ti. Pero no me arrepentiré jamás. Por eso yo empecé a escribir la historia y tú pusiste el último punto. Quise creer que eran puntos suspensivos, o al menos una interrogación. Pero era un punto y final tan grande que aún puedo verlo. Es un planeta negro, una gran esfera, casi una constelación llena de halos que me ciegan.
No te sigo queriendo. Sólo una vez cada X meses, porque vuelve sangrando el recuerdo como un moribundo, llega a mi costado, me besa en los labios, me llena de sangre. Y entonces despierto seca, como un desierto, y recuerdo que una vez buceé en el océano de tus ojos.
Y eso que no soy cursi. Más bien compleja, fuego. Pero recordando aquellos meses abro tanto el corazón que el negro se convierte en brillo, el recuerdo en real pálpito, el deseo en pesadilla, y mis letras usualmente duras en dedos que desearían acariciarte por última vez.
Y, de pronto, se desvanece. No volveré a recordarte hasta dentro de meses. Cierro esta puerta -volveré a abrirla- y me dirijo a los miles de laberintos que me llenan de vida. Porque creí un día que no habría vida después de ti. Pero, menos mal, había un universo del que me he enamorado aún más de lo que me enamoré de ti.



Comentarios