MORTALES DIOSES




Sí, nos amamos. Y se rompió en miles de pedazos. Ando buscando, aún, en los días de lluvia, algunas piezas. Aparecen, diminutas, en los bolsillos de mis chaquetas con las que le besaba. Calle a calle de Madrid, palmo a palmo, rincón a rincón: ahí estábamos. La eternidad parecía nuestra y acabamos siendo víctimas de lo efímero y temporal. De lo humano. Pero fuimos dioses, y compartimos tanto que aún pesan en mis bolsillos sus pedazos. Aún me cuesta horrores pisar algunas calles que fueron nuestro refugio y paraíso. Demasiados secretos compartidos, demasiadas palabras robadas, noches en vela. Simplemente demasiada vida entre nuestras manos como para dejarla escapar como un río que fluye inevitablemente. Quién me iba a decir, que nuestro río acabaría en las alcantarillas de Madrid, sobre las cuales una día andamos creyéndonos dioses, olvidando que el olvido nos esperaba como un lobo acechando a la llegada del verano.



Comentarios