NACER


Antes de nacer fuimos perfectos, pues sólo lo que aún no ha empezado está fuera de error, pues sólo puede ser creación y no decadencia. Perfección es promesa intacta, vida en despegue, algo que no puede hacer otra cosa que cumplirse.

Después del primer instante de vida la perfección quebró con un llanto y todo fue la cuerda floja que aún nos mantiene con vida.

Pero hubo un día en que fuimos montaña por ascender y no humo en las tinieblas, allá en la cumbre de la memoria brilla un sol azul, allá donde la niebla y las borrascas, donde la pureza en ráfaga blanca cubre las rocas, donde nacen los niños, donde dios es sólo el azul del cielo, las vistas al mundo.

Allí donde vértice era cumbre rocosa de montaña y sólo quedaba el cielo protector sobre nosotros. Sólo quedaba descender al mundo, pero durante unos instantes todo el mundo fuimos nosotros, sin error, sólo promesa. Perfección.

Fetos como pureza sin error que pronto entre sangre saldrán a la selva de pasiones que nos condena a vivir sintiendo, sentir marcando pasos en el mundo, desenvolvernos en selvas de palabras.

Bajar a tierra.
Entonces la imperfección de nuestra raza alza los puñales,
el tejido del mal arropa las criaturas,
el tambaleo de la moral es equilibrista entre dos mundos.

Tan dentro se dibujan las líneas quebradas de mil vidas
que incluso el alma se ve antes al asomarse; tan dentro
que profundo se hizo poco,
que lejano se hizo pronto; tan profundo que no podemos
ni divisarlo con sondas submarinas.

Nacer es pasar de ser idea a ideal, perfección a riesgo, proyecto a persona.
Nacer también es empezar a amar: por ello es empezar a vivir.


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