Bum!

Madrid y sus eternos latidos de héroes, borrachos, artistas, seres extraordinarios y normales. Perderse en el metro para encontrarlo todo con sólo alzar la vista en un andén. Pistas de despegue donde siempre se intenta ver el avión más ostentoso marcar rumbo a otros lugares, deseos osados de opulencia. Perderlo todo en una apuesta  (el amor, y el amor propio, que son la misma criatura reflejada en distinto espejo) y yo me reflejo en los charcos de Madrid, en los filos de sus navajas que arañan mis pies descalzos, en sus diamantes que me devuelven a la vida. La Castellana, Moncloa, Malasaña, Gran Vía, Atocha: sois el plató de tanto artificio ajeno y escenario de tanta gloria y tumba de tanto perdido y latido de tanta vida. Aquí respiro, sueño, vivo y me consumo. A veces me fundo en sueños como reflectantes escamas de peces que ya no tienen lago donde sumergirse. Mi mundo, mi bolsillo de canicas, las historias que gané para revivirlas, ya muertas de tanta vida, entre recuerdos. Mi mente como un equilibrista sobre el cordel tenso del futuro, sin mirar al suelo: aún anda entre laureles. La tarde se cuaja en un lejano deseo rojo y veo vuestras miradas, acechantes, que un día fueron besos en esquinas. Ascensores prohibidos que se elevan hasta el cielo para luego romper el cable que les tensa: hoy voy al ático donde hay una fiesta cuyo anfitrión es el día y cuya dueña la noche. Y si el cable al tensarse me deja caer sobre una promesa, entonces, el miedo será sólo el enemigo que un día maté junto con su amda cobardía.

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