¿QUÉ ESPERABA?


Café y cigarrillos para el dolor -marchando-. También, quizá, vodka a palo seco, como un medicamento -dalsy para adultos-. Ahora bien, ¿para qué tanto alboroto? Ilusiones, pensamientos tan grandes que casi, flotantes, sobre nosotros, podía verlos y tocarlos como un globo.

Ascender hasta el cielo de olas, bajar al mar de nubes, tenerte sin hacerlo, perderme sin haberme tenido -del todo- nunca. Vuelo a gran escala. Mente y cuerpo se separan en las curvas. Ahora conduce mi mitad temeraria, veloz, contra las olas de asfalto de Madrid.

Caminaré soñando mundos más allá de este sin telepatía con nadie que me coja la mano. Rompí las leyes y cordeles. Soñé demasiadas veces con demasiados cuerpos que eran sombra. Fantaseé con volar contigo en trenes y sólo queda en standby que lleva tu nombre.

Tu nombre, que se repite en mis cuadernos invisibles, en los surcos de mi piel que sólo quiere buscarte. Mis dos mitades como una balanza de centro único: corazón irascible, el carro alado de Platón, ¿qué caballo he de matar en la carrera?

Hay un Coliseo calle abajo donde luchan las peores personas. No vayas nunca. No juegues.

Hay un circo llamado mundo. Nunca pases, nunca entres, mantente en la carpa de los pocos leones que aún son salvajes. Monociclos de fuego: caen sobre nosotros.

Tú, tú,
tú y yo
nunca fuimos
nosotros.

Nosotros ya nunca veremos amanecer sobre el rascacielos más alto de Madrid. El juego de la vida tiró los dados demasiadas veces apostando a seis
y salió uno. Yo de nuevo,
¿qué esperaba?


Comentarios