HORMIGAS EN EL DESIERTO


Ando buscando aquellos ojos en los que tantas veces me encontré. Cientos de pupilas paralelas que mi mente prometía  tesoros.

Al final, entre mis manos, el tiempo que se desgasta, como la cajetilla de tabaco, que va acabándose junto con las horas del día. Pasé de la caja de zapatos de gusanos de seda aglomerados como japoneses en un tren al cenicero saturado de colillas. Pasé de las Barbies a la cerveza. Pasé de la magia a la crudeza del mundo visto al otro lado del telescopio. Pasé de "esa niña" a un "yo" que no comprendo; pero sin ese "tú", que no es un "tú y yo", no sé qué será de "nosotros".

Derramadas sobre mi cama duermen las historias que un día soñé. Y hoy juego con ellas como si fueran niños con globos en un parque desolado.
En Atocha veía pasar los trenes como personas que se van por el camino de la vida. Mis zapatos, sobre el andén, sujetándome, y conmigo el peso de las tardes en Madrid.
Todas las veces que congelamos el tiempo en tu habitación arrancaron de golpe para demostrar que la velocidad de la vida consume el instante hasta convertirlo en cenizas. Como las de mis cigarrillos pensándote. Por las mañanas en el tren miro por la ventana la ciudad deshacerse a cada segundo. Así mi alma. Así nosotros.

Ando buscando en las noches de fiesta un profeta que me coja la mano y me lleve lejos. Ando buscándome, por si al creer que me he encontrado es sólo un espejismo en medio del desierto de palabras vacías que tanto dicen las personas. Y pienso en todo lo que va mal en el mundo más allá de mis cabales. Siempre esa preocupación por la humanidad, como si pudiera arreglar las grietas que no me pertenecen. Soy la hormiga en el desierto, fantaseando con ser duna.

Flotaba. Flotaba en el río de los vasos de agua que se acumulaban en mi habitación las mañanas de resaca. Las noches en vela. Madrid. Perdiendo el tiempo, ganando vida. Correr. A veces buscarme en espejos equivocados. A veces encontrarme al encontrar otros ojos que me saben mirar. Espejos del alma humana, las ciudades. Cómo querría ver por un agujero la guerra, y despertarme.

Dormimos en la pompa de la comodidad. La complejidad del mundo crepita bajo la alfombra de la bolsa. Y yo pensándote en el iglú que forma mi cama con el frío del invierno. Dibujando dunas donde sólo hay hormigas en el desierto.

La vida pesa se camine por donde se camine. Los gramos de amargura y tristeza se filtran por las rendijas de mis dedos. Ojalá por ellas pudiera volver a encontrarte.
Pero te fuiste junto con aquellas cosas que pasan de largo en la vida. Entonces volví a buscarme. Enredo, y enredada como mis palabras, peino los hilos del día.

Quiero volver a empezar sin borrar lo vivido. Sólo su dolor, y no la experiencia. Pero luego pienso que el dolor nos hace estar vivos. Sin él la efervescencia no se apreciaría. Como dijo el viejo y extraño J.D Salinger, "la alegría es un fluído, y la felicidad un sólido". Yo ya he fluido bastante.
Ando buscándome, aún, en los recuerdos de las noches donde mi alma se borraba sobre mí, y en la acera, sentada de madrugada esperando un búho tardío, dibujaba en el aire mi vida pensando qué dados tiraría el destino por la mañana.



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